En este espacio hemos hablado mucho sobre nuestro planeta: la Tierra. Nos gusta recordar que se trata de un mundo cambiante, vivo y sobre el cual nuestra injerencia es decisiva. El actual presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha declarado que no cree en el cambio climático, pero basta ver cómo las tormentas cada vez son más fuertes, el calor más devastador y los inviernos más cortos para estar seguros de sus efectos. Claro, nosotros hemos contribuido a la aceleración de estos cambios, pero suceden aun sin que los seres humanos tengamos poder sobre ellos.
Existe una pequeña isla al sur de India que se llama Sri Lanka, aunque también ha sido largamente conocida como Ceilán. Hace quinientos años todavía estaba pegada al continente, como una península; pero una enorme tormenta provocó su separación. En la actualidad se le conoce como “la lágrima de India” porque justo tiene la forma de una gota que cae, como si este país asiático llorara. La historia de Sri Lanka es viejísima, las leyendas hinduistas cuentan que Rama, el gran héroe de piel azulada, tendió un puente para que la gente se trasladara a la isla y fundaran nuevas civilizaciones.
Hay en Sri Lanka un monumento arqueológico hondamente interesante: Sigiriya, se trata de los restos de una erupción de magma que formaron un enorme monolito el cual fue habitado desde el siglo iii, y por ahí del v fue intervenido por los locales para construir un palacio-fortaleza. En la década de 1980, la ONU declaró a Sigiriya como Patrimonio de la Humanidad, por su valor histórico y cultural. La historia de Sri Lanka es muy similar a la de la India: fue colonizada por distintas naciones europeas, primero Portugal, después Holanda y finalmente los británicos mantuvieron el poder hasta mediados del siglo pasado.
Colombo es la ciudad más grande y productiva de Sri Lanka (fue su capital hasta 1948, cuando los ceilaneses obtuvieron su independencia). Se ubica en la parte occidental de la isla; por lo tanto, fue un puerto de suma relevancia desde hace varias centurias, los barcos que venían de China paraban ahí para recargarse de provisiones y para que sus marineros descansaran. Un puerto es siempre un poblado alegre, lleno de visitantes que van y vienen, y con una vida comercial por demás activa. Por todo ello Colombo es una ciudad multicultural y muy versátil: en su paisaje puedes admirar templos hindúes barrocos, llenos de pequeñas estatuillas, como el de Murugan; mezquitas coloridas como la de Jami Ul Afar; edificios con un claro estilo británico y europeo, como el actual parlamento; y enormes rascacielos modernos, como su famoso World Trade Center (también unas torres gemelas) donde tienen su sede los banqueros del país.
Los contrastes de Colombo repercuten también en la población: hay muchas personas que se han quedado marginadas y no pueden acceder a la educación ni a todos los beneficios que la bullente actividad económica de Colombo pareciera atraer. Es por eso que en Nomad Republic te invitamos a conocer esta exótica urbe, que te pasees por su famoso distrito Pettah donde puedes comprar comida local, joyas o ropa, que descubras sus sitios más antiguos y secretos, y que a la vez contribuyas en la mejoría de vida de sus habitantes. Hay muchos niños, mujeres y monjes a los que puedes enseñar idiomas, cultura o simplemente pasar tiempo con ellos. Créenos, ellos también te dejarán muchísimas lecciones de vida, pues hacer un viaje con causa saca la mejor versión de ti y te hace parte de un cambio positivo para construir un mejor lugar para que todos lo habitemos.