Al hablar del mejor jugador de fútbol de la historia son casi siempre dos nombres los que salen a la discusión: Pelé o Maradona. Recientemente este preciado título se lo disputan Messi, Cristiano Ronaldo y alguno que otro que destaca como Neymar o Luca Modrić. Por todos los escándalos en los que se ha visto envuelto, mucha gente descarta al argentino Maradona. Pero existe otro jugador brasileño al cual la gente quiere y admira, incluso más que a Pelé: Garrincha.
A Manuel Francisco dos Santos, originario de Río de Janeiro, le dijeron que nunca podría practicar bien ningún deporte: era zambo; es decir, sus piernas estaban giradas hacia dentro, tenía una pierna seis centímetros más corta que la otra, la columna vertebral torcida y después se agravó su condición tras padecer poliomelitis. A pesar de todo, aprendió a jugar fútbol y resultó que aquello que parecía estar en contra de él, era su arma fuerte: al tener las piernas torcidas y desiguales, sus rivales se confundían y no sabían hacia dónde iba a mover el balón. Tuvo grandes éxitos, tanto con los clubes de su país como con la selección brasileña. Ganó el título de mejor jugador del mundo en 1962. Garrincha es el nombre de un ave brasileña que es muy fea, pero también muy veloz; la gente lo admiraba y se identificaba con él porque se trataba de una historia de superación: un chico, proveniente de las clases bajas cariocas, al cual se le habían pronosticado mínimas esperanzas, logró jugar en dos ocasiones con su selección nacional y traer a casa la Copa del Mundo.
Así como Garrincha, cada vez más conocemos los casos de chicos y chicas cuyas familias no tienen grandes ingresos, que tienen que luchar y perseverar arduamente para continuar su carrera en el deporte y al final logran importante palmarés en los grandes equipos del mundo. Justo este año supimos las historias de Edison Cavani en Uruguay o de René Lukaku en Bélgica. Este último, por ejemplo, escribió una emotiva carta donde narró cómo su mamá tenía que rebajar la leche con agua para que rindiera; por ello él se propuso que ayudaría a su familia económicamente a través de su mayor talento: jugar fútbol. Y es que, aunque digan por ahí que el fútbol sólo es un deporte para entretener a las masas, lo cierto es que puede transformar la vida de muchas personas, para bien.
Más allá de los beneficios físicos, el deporte puede tener un impacto positivo no sólo en una persona sino en una comunidad entera. Por eso te invitamos a que viajes a Brasil, a una de sus ciudades más alegres, emblemáticas y festivas: Río de Janeiro. Ahí conocerás de lleno una de sus favelas, esas comunidades independientes y guerreras que tanto caracterizan la historia carioca. Ahí, a través del deporte, ayudarás a varios niños y jóvenes a crear lazos de comunidad y trabajar juntos en pos de un objetivo común. Asimismo, el deporte mantiene a los jóvenes alejados de malos vicios y preocupados por su salud. Por supuesto, necesitarás muchísimas energías y una gran condición física, podrás contagiar a los pobladores de la favela de una actitud positiva y un espíritu comunitario, además de compartir tus experiencias y cultura. A lo mejor entre esos chicos descubres a otro fenómeno como Ronaldo, además de contribuir a mejorar la vida de muchas personas que te estarán sumamente agradecidas. ¡Anímate a viajar con causa!
VIAJA CON CAUSA A BRASIL