Ir a Costa Rica como voluntaria fue una de las experiencias que más me ha cambiado en mi vida. Fue un viaje en el que conocí a muchas personas de buen corazón y aprendí a ver el mundo de una forma diferente.
Ayudar en la Reserva de Monteverde fue un privilegio, ya que las personas que trabajan ahí te comparten un poco de su conocimiento y de su pasión por la naturaleza con lo que es inevitable enamorarse del lugar enseguida.
Desde la tarea más simple a la más compleja se hace con gusto con tal de ayudar a la reserva y a todo por lo que luchan todos los días defender: la naturaleza.
Sin duda regresaré en cuanto pueda.
Paulina